miércoles, 7 de julio de 2010

Hace algún tiempo lo que buscaba en un chico era, básicamente, que me quedara bien. Uno guapo, alto, moderno y muy cool que me quedara bien. Que sí, también que nos quisiéramos y detalles así más secundarios, pero deseaba uno de esos tipos con el que tus amigas no se cansan de decirte lo bueno que está. No uno de esos con el que tus amigas no se cansan de decirte que se le ve muy buena persona. No, de esos, no. ¿Superficial? Pues sí, mucho, pero todos tenemos un pasado y el mío contiene leves ráfagas de Paris Hilton. Pero eso fue hace mucho tiempo y las cosas han cambiado. Ahora sé que el amor de mi vida (si es que eso existe), puede estar escondido en cualquier hombre que a primera vista no me llame especialmente la atención. Y lo pienso, entre otras cosas, porque yo, sin ir más lejos, soy una tía buena atrapada en el cuerpo de una mujer muy normalita. Me consuelo, porque, por lo visto, la belleza real está en el interior (tópico). Lo siento por la gente “guapa” que me esté leyendo, pero he de deciros que estáis sobrevalorados. Mi gran amor puede esconderse tras las calvas, las barriguitas, las gafas de culo de vaso, hombres casados, separados y con hijos. Quizá el amor de mi vida camine por el mundo confiando en que sepa descifrar sus rasgos más allá del aspecto de quien lo arropa. Y yo también confío en que ese chico sepa intuirme a mí más allá de lo que encuentra en el espejo retrovisor de su coche cada mañana. Lejos quedaron los requisitos, las exigencias estéticas, los prejuicios y las gilipolleces. Ahora mis gustos han cambiado tanto que yo diría que ya no tengo gustos concretos. No, estoy y estás por encima de eso. El amor debería ser el estímulo que te potencia por encima de tus posibilidades aparentes. Me recuerda a cuando era pequeña y mi padre me cogía de la cintura para alzarme hasta la ventana a la que por mí misma no podía llegar. Me impulsaba para que observara el atardecer rojo sobre los tejados de Zamora. Y creo que el amor debe de ser algo parecido, un impulso que te eleva para vislumbrar un paisaje que ni habías imaginado. Dicho esto, intuyo que las reminiscencias de mi Paris Hilton se van quedando atrás. Da gusto hacerse mayor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario